Y en una noche como cualquier otra, de pronto recordé que tenía una cita pendiente con alguien brillante. Me puse esa bufanda que puede cubrirme lo suficiente hasta sentir como si estuviera en la comodidad de las sabanas de mi cama. Entonces, entre la cantidad perfecta de alcohol y poesía personal, tome mis cosas para un momento como aquel y alguien estaba ahí, esperándome en silencio del otro lado de la ventana.
Y antes de compartir un momento único, me recargue sobre el muro del balcón para sentir a ojos cerrados ese instante. Y con suerte, nunca olvidar ese viento del occidente que soplaba con una calma tan particular, que me hacía desear permanecer ahí hasta sentir su última partida. Mientras le susurraba a la noche: ”Quiero recordar este momento por siempre”.
No había nadie conmigo. Nadie me escuchaba, nadie me veía. Pero no me sentía sola, una luz me hacía poder ver entre la obscuridad. Quizá alguien también me veía a lo lejos. Y bueno, ahí estaba yo, entre hablando conmigo misma, con dios, con el viento y con el cielo. El estaba justo frente a mi, como si hubiéramos acordado una hora precisa para estar frente a frente. El con gran esplendor y yo con gran sabiduría y pensamientos nocturnos, gratitud, por lo tanto gran alegría y paz alrededor.
Sobre un mundo que dormía justo bajo a nuestros pies. Una noche encantadora, con delicadas sonrisas, ligeramente plasmadas, una tranquilidad inolvidable, copas de vino, tabaco, silencios y el viento justo minutos antes de que la noche y nuestro momento terminará por siempre. Y formara parte de la historia, y se convirtiera una vez más en polvo. Polvo hecho historia, merodeando sobre la superficie donde muchos momentos fueron construyéndose a lo largo de los años, sobre las ruinas y los secretos de un imperio romano afectado por la guerra, que ahora no es nada más que polvo enterrado.
Podría pasar más noches así de íntimas a tu lado, mi silencio y tu con tu destello. Tu belleza, tu naturaleza, tu magia y tu disco iluminado. Ese destello tan tuyo que alumbra cada parte de mi, como uniendo cada pieza en un mismo momento. Haciéndome sentir completa y con cada una de mis partes colocadas en el lugar preciso, en el lugar perfecto. Y con la más divina de las compañías. Tu, el preferido de mis símbolos celestiales y ese resplandecer que te hace brillar y brillar, y entonces así yo frene mi vida para voltear a verte. Y me recuerdes con firmeza lo que peleo en este mundo que a golpes quiere despojarme de la mente, del corazón. Y sonrío, porque después entras con tu escenografía, tu misterio, tus colores obscuros, tu silencio, tu tiempo como eterno y me ayudas a mantener todo lo que amo bien impregnado en la piel, en mi ser.
Tu y ese relumbrar tan tuyo, muy de Luna.
Brenda Leal